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Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS): una revisión crítica
CARLOS GÓMEZ GIL
Los Objetivos de Desarrollo
Sostenible (ODS) adoptados por las Naciones Unidas en 2015 contienen la agenda
global más ambiciosa aprobada por la comunidad
internacional para movilizar la acción colectiva en torno a objeti- vos
comunes. Si bien se proponen luchar contra la pobreza extrema, integran
y equilibran tres dimensiones esenciales del desarrollo sostenible como son la económica, la social y la ambiental,
proporcionando una valiosa hoja de ruta
para articular la formulación de políticas mundiales. Sin embargo, la arqui- tectura compleja bajo la que se han
diseñado, sus limitaciones técnicas y las fundadas críticas de la comunidad
internacional proyectan importantes limi- taciones para que esta novedosa agenda
pueda alcanzar los objetivos previs- tos de construir un planeta mejor
para las generaciones venideras.
La nueva hoja
de ruta del desarrollo internacional, aprobada solemnemente en
la 70º Asamblea General de las Naciones Unidas en septiembre de 2015,
tras la firma de 193 jefes de Estado
y de Gobierno mundiales, se ha denomi- nado Objetivos
de Desarrollo del Milenio (ODS). Desde entonces, se ha con- vertido en el
punto de referencia fundamental para el desarrollo global hasta el año 2030. Es
cierto que con anterioridad, la comunidad mundial habia adoptado agendas de
desarrollo que planteaban también objetivos ambicio- sos de carácter global,
como acabar con el hambre,
reducir la pobreza,
alcan- zar la educación básica universal o conseguir el 0,7% de ayuda al
desarrollo para los países más pobres, como pretendían los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), que fueron aprobados
quince años antes,
en la 55º Asamblea General de las Naciones
Unidas con un enorme júbilo.
Sin embargo, el incum-
plimiento de los ODM, junto a una visión reduccionista de los mismos y la
necesidad de ampliar notablemente las tradicionales visiones del desarrollo,
han llevado a construir la agenda de acción más amplia, compleja y sofistica-
da jamás diseñada.
Carlos
Gómez Gil es doctor en Sociología y profesor de la Universidad de Alicante
Los ODS plantean
respuestas sistémicas a una visión global e interrelacionada del desarrollo
sostenible que afronta cuestiones tan importantes como la desigualdad y la
pobreza extrema, los patrones de consumo no sostenibles y la degradación
ambiental, el reforzamiento de las capacidades institucionales, así como
procesos de solidaridad global novedosos que los ODM descuidaron. Y todo ello
se hace desde perspectivas metodológi- cas renovadas, no exentas de retórica hueca y ambigüedad deliberada, que requieren cam- bios de gran alcance a nivel mundial, mediante una acción
internacional concertada que no parece formar parte de las prioridades
actuales. Todo ello, además, mientras
la comunidad internacional se ha ido dotando
desde hace décadas
de importantes acuerdos
recogidos en diferentes
cumbres y conferencias de las Naciones Unidas en las que se han identificado
los ejes fundamentales para el desarrollo sostenible, pero que han sido
sistemáticamente incumplidos por la mayor parte de los países firmantes.
Cuando se lee el
acuerdo en el que se sustenta la novedosa Agenda 2030 para el Desarrollo
Sostenible, que en sus primeros puntos señala «Nosotros, los Jefes de
Estado y de Gobierno […] en nombre de
los pueblos a los que servimos», añadiendo, «Estamos resueltos a poner fin a la
pobreza y el hambre en todo el mundo de aquí a 2030, a combatir las
desigualdades dentro de los países y entre ellos, a construir sociedades
pacificas, jus- tas e inclusivas, a proteger los derechos humanos y promover la
igualdad entre los géneros y el empoderamiento de las mujeres y las niñas, y a
garantizar una protección duradera del planeta y sus recursos naturales»,1 caemos en la cuenta de que entre sus signatarios
están presidentes como Donald Trump, Vladimir Putin, Bashar Al-Asad,
Kim-Jong-Un, Rodrigo Duterte o Salmán Bin Abdulaziz, por poner algunos
ejemplos, por lo que tenemos que reco- nocer la imposibilidad de alcanzar buena
parte de los ODS en numerosos países del mundo.
Lecciones
aprendidas en los ODM de utilidad para los ODS
Si las Naciones Unidas aprobaron en
2015 una nueva Agenda del Desarrollo contenida en los ODS se debe, sin duda, a
que no se cumplieron los anteriores ODM que concluían ese mismo año. Mala
pedagogía hizo esta organización para confiar en la vigencia de esos mismos ODM
cuando en el año 2012 se reconoció públicamente que no se llevarían a cabo al
dar inicio al proceso llamado «Post-2015», en el que se preparaba la nueva
bate- ría de acuerdos internacionales que los sustituirían. De manera que la
Agenda 2030 de los Objetivos de
Desarrollo Sostenible es la sucesora de los compromisos y acuerdos recogidos en los Objetivos de Desarrollo del Milenio que abarcaban desde el año 2000
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hasta 2015, sin que se haya procedido
a realizar una evaluación exhaustiva y minuciosa del cumplimiento político y
técnico de estos acuerdos, careciendo por tanto de evidencias científicas
precisas que nos permitan reorientar adecuadamente las políticas mundiales de desarrollo.
A pesar de todo
ello, los Objetivos de Desarrollo del Milenio han significado el mayor avance
para combatir la pobreza en el mundo en sus múltiples dimensiones, aportando
algunas lecciones de interés para la construcción de la nueva agenda del
desarrollo inter- nacional. De hecho, los ODM impulsaron avances importantes de
manera particular en materia de salud, así como en educación, al tiempo que
facilitaron la introducción de pla- nes de trabajo claros, precisos y limitados
en el tiempo, fáciles de comunicar y mensura- bles. También es destacable la
capacidad de los ODM para introducir metodologías de medición y desagregación
de datos con la finalidad de conocer de manera más precisa los avances generados. Los ODM permitieron
focalizar el trabajo de gobiernos, donantes, agencias internacionales y
organizaciones en áreas prioritarias de necesidad, posibilitan- do una mejora
en la disponibilidad de datos e indicadores del desarrollo, así como en la
mejora de los sistemas estadísticos nacionales, junto a un reforzamiento de la
cultura de la rendición de cuentas.
Bien es cierto que entre sus numerosas limitaciones, los ODM solo eran de aplicación a los países
empobrecidos, teniendo una limitada visión del des- arrollo, ajenos a una comprensión
multidimensional del mismo. Pero por encima de todo, la carencia de datos precisos en materia de
desarrollo en un buen número de países pobres, la ausencia de métricas precisas
junto a las dificultades en la estandarización y verificación de los datos
disponibles2 se convirtieron en
importantes limitaciones para su correcta aplicación.
La novedosa
arquitectura de los ODS
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A la luz de todo ello, si los ODM eran el telescopio que permitieron a los países ricos ver el mundo en desarrollo y proyectar su avance, los ODS son el espejo a través del cual todas las naciones se ven reflejadas en sus propias políticas y en su desempeño.3 De esta forma, los Objetivos de Desarrollo Sostenible tienen una arquitectura novedosa, distinta a los ODM, de los que han aprovechado no pocos de sus logros, pero tratando de superar algunas de sus debilidades. Es cierto que en ambos casos el cuerpo central de la agenda de intervención se estructura en torno a grandes objetivos que se definen en metas pre- cisas y verificables mediante indicadores, pero si en los ODM la agenda se estructuraba
en torno a ocho grandes objetivos,
desarrollados por medio de 18 metas que se medían a través de 48 indicadores, los ODS
multiplican extraordinariamente esta estructura, al articularse por medio de 17
objetivos genéricos, que se materializan en otras 169 metas medibles a través
de 230 indicadores verificables. Es así que los ODS se estructuran por medio de
la agenda de desarrollo más amplia y extensa diseñada nunca, si bien desde
diferentes instituciones científicas y organismos de desarrollo se ha criticado
que nume- rosos objetivos son pura retórica, al tiempo que buena parte de las
169 metas serían ide- alistas y visionarias, junto a problemas muy serios en la
viabilidad de los indicadores apro- bados.4
A pesar de todo,
hay que reconocer que los ODS incorporan elementos novedosos en su diseño,
entre los que podemos destacar la integración de las tres dimensiones del des-
arrollo sostenible: la económica, la social y la ambiental, priorizando la lucha contra la pobre-
za y
el hambre, pero con un fuerte anclaje
en la defensa de los derechos humanos,
la igual- dad de género y el empoderamiento de las mujeres,
abordando la reducción
de las desigual- dades dentro de cada país y entre los diferentes
estados como elemento prevalente, junto a la eliminación de patrones de consumo
insostenibles. Además, incorporan una visión del crecimiento económico
incluyente y sostenible, respetuoso con la salud del planeta y de la población.
Un elemento innovador es su carácter universal, de aplicación en todo el mundo
y para todos los países, con una visión holística e interrelacionada en la que
cada objetivo se superpone y se refuerza mutuamente, con una actuación
multinivel simultánea en los espacios locales, regionales, nacionales y globales,
apostando por construir
una solidaridad global reforzada
e integrando los grandes acuerdos
recogidos en las cumbres mundiales
de los últimos años.5
El diseño de los
ODS avanzó sobre una nueva categorización de principios que marcan su
comprensión, entre los que sobresalen dos por su significado. El primero de
ellos se refiere a las llamadas Responsabilidades
Comunes pero Diferenciadas, que operarían sobre elementos comunes a nivel
global (como la atmósfera, las emisiones de CO2 y su disminución, la
conservación de la biodiversidad, entre otros), pero sobre los que cada país
asume responsabilidades diferenciadas e interviene de manera distinta. El
segundo haría
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referencia a las Responsabilidades Internacionales y Obligaciones Extraterritoriales, que se refieren a aquellas responsabilidades que
deben entenderse de manera global, exigien- do compromisos de toda la comunidad
internacional, como acabar con el hambre, respetar los derechos humanos,
promover la igualdad entre mujeres y hombres, entre otros.6 Al mismo tiempo hay que añadir una sistematización
diferenciada multinivel, a partir de cuatro elementos esenciales: objetivos y
metas de validez universal, objetivos y metas con un componente nacional,
objetivos y metas para países desarrollados, junto a objetivos y metas
específicas para países en desarrollo. De hecho, aunque se insiste una y otra
vez en la novedad del componente universal de los ODS, hay que señalar que de
sus 169 Metas, 27 de ellas son únicamente de aplicación para los países en
desarrollo, lo que representa un 16% del total, lo que también pone en duda la
dimensión universal de la tota- lidad de la Agenda 2030.
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En
los ODS se ha criticado que numerosos objetivos son pura retórica, que buena
parte de las 169 metas serían idealistas y visionarias, junto a problemas muy
serios en la viabilidad de los indicadores aprobados
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Aunque los ODS
son mucho más ambiciosos de lo que eran los Objetivos del Milenio, algo que se
refleja con claridad en el notable aumento de objetivos, y particularmente en
sus metas e indicadores, un buen número de ellos son una repetición de viejas
promesas incumplidas que van posponiéndose desde hace lustros, recuperándose
una y otra vez. Así, podemos encontrar la Meta 17.2 para destinar entre el
0,15-0,20% de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) a los Países Menos
Adelantados (PMA), acordada en 2001; también en la Meta 17.2 está la vieja
promesa de dedicar el 0,7% del PIB para AOD en los países empobrecidos, fijada
en 1970; la Meta 16.8 de reforma del FMI, acordada en el seno del G-20 en 2010 para dar más voz a los países
emergentes; la Meta 13.a para movilizar
100.000 millones de dólares
destinados a frenar el cambio climático acordado en la Cumbre del Clima de
Copenhague de 2009; la Meta 4.1 para alcanzar la escolarización universal, fijada
por las Naciones
Unidas en 1990 para que fuera alcanzada en el año 2000,
luego nuevamente recuperada en los ODM para alcanzarse en 2015 y ahora recogida
una vez más en los ODS para cumplirse en 2030; o la Meta 6.1 para lograr el
acceso universal al agua, establecida en 1977 para cumplirse en 1990, luego
aplazada para 2015 y ahora fijada nuevamente para el año 2030, entre otras. Se
entenderá, por tanto, que no parece correcto afirmar que los ODS sean la Agenda
del Desarrollo más novedosa jamás construi-
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da, en la medida en que buena parte
de sus objetivos y metas sustantivas provienen de acuerdos, cumbres y
conferencias internacionales fijadas hace años e incumplidos de forma sistemática.
El problema de
los datos e indicadores
Desde hace años, diversas
agencias multilaterales vienen
llamando la atención
sobre el pro- blema de la falta de datos básicos en
materia de desarrollo para un buen número de países pobres, hasta el punto de poder identificar cuatro grandes problemas
a la hora de implemen- tar agendas de desarrollo como los
ODS: la disponibilidad de datos, la calidad de esos datos, las lagunas en datos
muy relevantes, así como las diferencias de datos existentes entre las fuentes
nacionales e internacionales.7
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No parece correcto afirmar
que los ODS sean la Agenda del
Desarrollo más novedosa jamás construida en la medida en
que buena parte de sus
objetivos y metas sustantivas provienen de acuerdos,
cumbres y conferencias internacionales fijadas hace años e incumplidos de forma sistemática
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Diferentes
informes del PNUD han venido señalando los problemas derivados de la existencia
de series estadísticas incompletas sobre indicadores sociales en unos 60 países
en desarrollo, lo que se ha venido subsanando mediante estimaciones ponderadas.8 Esto es algo que se trasladó al sistema de
obtención y cálculo de indicadores base de los ODM en el período 2000-2015, en
la medida en que muchos de los datos que se han manejado han sido calculados a
través de simples estimaciones subjetivas que son posteriormente ajustadas para
permitir la comparación entre países, mientras que en otros casos no se ha
podido acceder a indicadores básicos para numerosos países pobres, algo que es
poco conocido. Así, en el Informe de 2015 de los Objetivos de Desarrollo del
Milenio se señala,
«Todavía existen grandes vacíos de datos en áreas de
desarrollo. La falta de datos oportu- nos y la falta de disponibilidad de datos desglosados en dimensiones importantes represen- tan algunos de los desafíos principales», añadiendo
que «Durante el período de 10 años entre 2002 y 2011, no menos de 57 países
(37%) contaban con tan solo una o ninguna esti- mación de la tasa de pobreza».9
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Con estas
limitaciones técnicas se diseñaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible,
arrastrando esas deficiencias en la disponibilidad de datos e indicadores adecuados
para su correcta
monitorización, poniendo en peligro la validez, efectividad y alcance en su
logro. Tanto es así que en el
Informe del Grupo Interinstitucional de Expertos en el que se aproba- ron los
Indicadores se reconoce expresamente que faltarían datos para la Meta 17.18,
así como para la verificación de los indicadores 4.1.1, 4.2.1, 4.5.1, 4.6.1,
4.7.1 y 4.c.1.10 Por si fuera poco, en el
primer informe de evaluación sobre el avance de los ODS realizado por SSDN (Red
de Soluciones para el Desarrollo Sostenible), creada por las Naciones Unidas
para avanzar en la medición técnica de los ODS en todos los países del mundo,
se admite este serio problema de falta de disponibilidad de datos para un buen
número de naciones, en su mayoría, las más pobres y la práctica totalidad de
las subsaharianas, de manera que en esta primera evaluación se deja fuera de
medición a un total de 44 países.11
Críticas de la comunidad internacional
Ciertamente, los ODS plantean una
agenda tan extensa como ambiciosa, pero repleta de retórica, cinismo político e
incoherencia técnica,12 que se plasma en numerosos
objetivos de imposible cumplimiento a la luz de los acuerdos y decisiones
adoptados por los gober- nantes en muchos
países. Recordemos que el Objetivo
16 compromete a todos los estados
a «promover sociedades pacíficas», cuando los países occidentales signatarios
de los acuerdos son los principales vendedores de armas del mundo, o el
Objetivo 13 que obliga a «adoptar medidas urgentes para combatir el cambio
climático»”, mientras hay países que niegan incluso que este fenómeno exista.
A todo ello hay que añadir el vocabulario extraordinariamente débil, vago e impreciso
con el que se han redactado deliberadamente objetivos y metas, facilitando así su incumplimien- to. Un simple repaso a los
términos que modelan los ODS permite darnos cuenta de ello, al encontrar en su articulado un buen número
de palabras difusas
como fomentar, apoyar, ase- gurar,
fortalecer, adecuar, mejorar, reconocer, valorar, implementar, proteger,
ampliar, modernizar, mantener, potenciar, promover, aplicar, redoblar, alentar, racionalizar, minimizar, movilizar, ayudar, o aprovechar, entre otras. Esto
llevó a que en algunos de los objetivos y metas finales cayeran palabras
más contundentes de la primera
redacción para ser sustitui-
das por otras más suaves en el acuerdo finalmente aprobado.
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Sin embargo, la
comunidad internacional ha venido formulando otras muchas críticas sobre los ODS que podemos resumir
en los siguientes argumentos. Dos meses antes
de su aprobación, los países
occidentales se opusieron a un acuerdo fundamental para reducir el fraude y la
evasión fiscal en la Cumbre de Financiación para el Desarrollo de Addis Abeba,
manteniendo así la pérdida de ingresos necesarios para los países
en desarrollo destinados a impulsar los ODS en unos
100.000 millones de dólares al año y bloqueando la propuesta de los países en
desarrollo en torno al G77 para crear un organismo mundial independiente contra
el fraude y la evasión fiscal. Al mismo tiempo, los ODS apoyan y santifican los
sec- tores dinámicos de la economía a través de un libre comercio y de un
sector privado a los que no se ponen limitación alguna, sin siquiera exigir el
cumplimiento básico de las conven- ciones y acuerdos de Naciones Unidas como la
Declaración Universal de los Derechos Humanos. También parece contradictorio el hecho de que numerosos países
suscriban los ODS y afirmen trabajar para su cumplimiento, cuando se niegan a
firmar importantes trata- dos internacionales que están contenidos en la Agenda
2030 o declinan su posterior ratifi- cación. No son menores las críticas de
quienes advierten sobre las contradicciones llamati- vas en las que caen no
pocos objetivos, especialmente algunos de importancia simbólica, como sucede
con el Objetivo 1 que habla de «erradicar la pobreza en todas sus formas en el mundo»,
mientras que su Meta 1.2 recoge por el contrario «…reducir a menos
de la mitad la proporción de hombres, mujeres y niños de todas las
edades que viven en pobreza…», de manera que, ¿en qué quedamos? ¿En que los ODS
van a erradicar la pobreza en todas sus formas de aquí al 2030 o que la van a
reducir al menos a la mitad? También se
critica, con razón, la visión etnocentrista que los ODS proyectan al colocar no pocos avances
«bajo el liderazgo de los países desarrollados», como si fueran un
modelo a seguir e imitar para los países pobres, algo que se recoge en algunas metas sensibles,
como por ejemplo la
1.1
que habla de «aplicar
modelos de producción y consumo bajo el liderazgo
de los países
desarrollados», cuando buena parte de
nuestras pautas de producción y consumo son un modelo de insostenibilidad. Otro
de los puntos que más críticas ha cosechado tiene que ver con el apoyo que los ODS y las Naciones Unidas hacen a las alianzas
público-privadas, con-
tenidas en su Meta 16.16, a las que no plantean exigencias de transparencia,
rendición de cuentas, respeto a estándares básicos
sociales, medioambientales o de respeto
a derechos humanos básicos13 y sin tener en cuenta su trayectoria legal, lo
que va en contra de la pro- pia Carta Internacional de los Derechos
Humanos14 de las Naciones
Unidas, facilitando ade- más la fragmentación de la gobernanza
global y el debilitamiento de la democracia repre- sentativa. Otro nivel de críticas radica
en el hecho de considerar que los ODS incluyen, entre sus 17 objetivos y sus 169 metas, elementos
concretos y específicos junto a otros mucho
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más ambiguos, puramente idealistas y
visionarios, tan imprecisos como genéricos en térmi- nos de lo que realmente se
espera conseguir. También se
considera que los estados han recibido muy pocas indicaciones de cómo avanzar
en su implementación o en la coordina- ción de agendas,
hasta el punto que comienzan
a aparecer grandes
disparidades en la apli-
cación de los ODS entre unos países y otros, con el agravante de que su voluntariedad y de
que los gobiernos de cada país sean responsables de marcar el ritmo de su
aplicación, como recoge la Meta 17.15, al señalar «respetar el espacio político
y el liderazgo de cada país», permite que cada país pueda hacer lo que quiera
sin limitación alguna.
Como bien señala
William Easterly, «los ODS mantienen la tradición de acuerdos utópi- cos promovidos por la ONU, pero sin responsabilidades precisas,
lo que facilita su incumpli- miento».15 Si a ello añadimos las disfuncionalidades con las que
fueron diseñados y que no son acuerdos jurídicamente vinculantes, se
comprenderá el escepticismo que generan en amplios sectores.
Avances en
la implementación de los ODS
Desde que las Naciones Unidas
aprobaron la Agenda 2030, diferentes países, organismos científicos e
instituciones internacionales han puesto en marcha estudios de distinta natura-
leza con la finalidad de monitorear el progreso hacia los ODS, mapear los recursos
disponi- bles y revisar las estrategias aplicadas.
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Los ODS mantienen la tradición de acuerdos utópicos
promovidos por la ONU, pero sin responsabilidades precisas, lo que facilita su
incumplimiento
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Mención aparte
merece España, por la pasividad, el abandono y la manifiesta indolencia que una vez más está demostrando con los ODS, como
ya hizo con los ODM. Desde la aprobación de la Agenda 2030, no ha puesto en
marcha iniciativa alguna, a diferencia de la mayor parte de los gobiernos del
mundo. Ni siquiera en las páginas web institucionales de la cooperación
española hay documento oficial alguno sobre los ODS ni tampoco ha apro- bado estrategia, órgano o programa
relacionados con los mismos. Más aún, en un alarde de
incuria, en la plataforma de conocimiento sobre los ODS creada por Naciones
Unidas, donde todos los países ponen a disposición de la comunidad
internacional sus informes y estudios, en la carpeta de «Documentos e Informes», los materiales que tiene colgados
el
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Gobierno español son del año 2010,
2008 y algunos otros incluso del año 2000.16 Es difícil encontrar tanta desidia en otro ejecutivo.
Por el contrario,
desde la aprobación de los ODS en septiembre de 2015, otros muchos países e instituciones han venido realizando interesantes estudios en los que han explorado las capacidades y desafíos de
cada país, analizando las estrategias institucionales necesa- rias, junto a
mapeos de análisis y proyección de resultados. Algunos de ellos se están
haciendo con la suficiente honestidad intelectual como para reconocer las
insuficiencias y limitaciones de los ODS, pero al mismo tiempo explorando las
capacidades que aportan a las estrategias de desarrollo específicas, así como
los cambios políticos, sociales e institu- cionales necesarios para avanzar
hacia sociedades más sostenibles.
De todos ellos, destacaremos tres por su relevancia. El primero de ellos es el informe realizado por
el Parlamento británico, UK implementation
of the Sustanaible Development Goals,17 elaborado durante el período de sesiones 2016-2017. Es un
tra- bajo interesante con una
estructura original al realizar un recorrido por diferentes áreas de
los ODS basándose en la comparecencia de 95 especialistas ingleses de distintos campos ante el Parlamento británico. El informe da una
particular importancia a la Ayuda Oficial al Desarrollo
para alcanzar los ODS, explorando los espacios de ventaja compa- rativa que permitan el logro del
mayor impacto para el Departamento para
el Desarrollo Internacional (DFID), con recomendaciones
especificas, como la original propuesta
de que Reino Unido se centre en los llamados “cuellos de botella”, aquellos objetivos más abandonados por la comunidad internacional y que por esta razón necesitan de un apoyo suplementario.
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En segundo lugar está el informe elaborado por el Stockolm Environment Institute (SEI), con el título Sustanaible Development Goals for Sweden: Building blocks for environmental policy for 2030,18 crítico con los ODS por su idealismo, ambigüedad y falta de indicaciones para llevarlos a cabo. El estudio realiza una minuciosa revisión de cada uno de los ODS para seleccionar los objetivos más importantes para Suecia, pudiendo planificar las mejores políticas que permitan alcanzarlos, en el que es el país mejor posicionado a nivel mundial por su mayor grado de cumplimiento.19 El SEI destaca que el logro de los ODS es un pro- ceso altamente político por la naturaleza de las decisiones a adoptar, proponiendo una revi-
sión por pares de las políticas suecas relacionadas con
ellos, junto a una profunda reorga- nización de las pautas de consumo y
producción en el país.
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Para que se
produzcan avances significativos, los ODS necesitan decisiones claras y
compromisos políticos precisos que transformen la retórica vacía y las palabras
huecas y sin valor en medidas efectivas de transformación
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En tercer lugar, merece destacarse un singular
estudio científico llevado a cabo por dos prestigiosos organismos con sede en
Francia, el International Council for Science (ICSU) y el International Social
Science Council (CISS), Review of targets
for the Sustanaible Development Goals. The science perspective,20 en el que se hace una revisión académica
independiente de los ODS por 40 investigadores de 21 países
distintos. En el amplio análisis llevado a cabo se determina que
de las 169 metas, 49 de ellas están bien diseñadas (un 29%), mientras que otras
91 exigen un desarrollo especifico (el 54% de las mismas) y 29 más son
imprecisas y necesitan mucho mayor trabajo de precisión (el 17% del total). El
informe hace un recorrido pormenorizado por elementos clave, como la
coherencia, la apli- cabilidad, la mensurabilidad, el papel de la ciencia, los
contextos locales o sus interrelacio- nes, proponiendo recomendaciones de
utilidad, junto a una métrica operativa de los com- promisos establecidos en
los ODS. Estamos así ante una hoja de ruta científica para nave- gar por el
complejo mundo de la formulación de políticas públicas válidas para implementar
los ODS.
Algunas consideraciones sobre la aplicación y evolución de los ODS
Desde un punto de vista técnico, podemos identificar cinco elementos críticos en la apli- cación de los ODS, a la luz de los estudios e investigaciones que hasta la fecha se han realizado, que pasarían por la mejora del conocimiento e información técnica para fun- cionarios, sociedad civil y organizaciones especializadas, el trabajo decidido para obte- ner compromisos precisos de los Gobiernos, generar conocimiento científico en torno a los ODS y a su aplicación, solucionar los problemas de la falta de datos y la clarificación de las metas y objetivos para su correcta implementación, junto a una delimitación pre- cisa de responsabilidades y compromisos económicos, políticos y técnicos en torno a los mismos.
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Pero si de verdad
se quiere avanzar en la aplicación de la Agenda 2030 y en el cumpli- miento de
los Objetivos de Desarrollo Sostenible, se deben tomar medidas ambiciosas y
urgentes, porque restan únicamente trece años para realizar cambios muy
profundos en todos los órdenes que se traduzcan en priorizar objetivos e
inversiones, mapear recursos e identificar las brechas presupuestarias,
desarrollando mecanismos que permitan compartir datos e información.21 A la vista de los reiterados incumplimientos en acuerdos
y compromi- sos anteriores, la comunidad internacional deberá evitar crear
más frustraciones en la agen- da mundial del desarrollo,
aprendiendo de las mejores prácticas y explorando las ventajas comparativas de
cada país. Pero para que se produzcan avances significativos, los ODS necesitan
decisiones claras y compromisos políticos precisos, que transformen la retórica
vacía y las palabras huecas y sin valor en medidas efectivas
de transformación para mejorar
el castigado planeta y las condiciones de vida de sus habitantes.
BIBLIOGRAFIA
Relaciones ecosociales y cambio global Nº 140 2017/18, pp. 107-118
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